Con Frecuencia, Al Mirar A Su Esposa Sentada Al Otro Lado De La Mesa, Se Dec�a Con Satisfacci�n Que Era La Compa�era Perfecta, Tan Perfecta Como �l Siempre Se La Hab�a Imaginado. Le Gustaba El Bello Contorno De Su Cabeza Y De Su Cuello, Los Ojos De Avellana, De Mirar Directo, Bajo Las Rectas Cejas; La Frente Blanca, Bastante Ancha, Y La Leve Arrogancia De Su Nariz Aguile�a.